jueves, 4 de septiembre de 2014

DISCURSO SOBRE EL SENTIDO DE LA VIDA Y LA PRECARIEDAD

I. FELICIDAD Y TIEMPO DE VIDA

La felicidad humana se basa en la calidad del tiempo vivido, en la acumulación de experiencias vitales que construyan una personalidad plena, al tiempo que generen sentido a través de nuestros actos.

El sentido es la continuidad coherente entre pasado, presente y futuro. 

Entendemos que una vida tiene sentido cuando se construye a sí misma, poseyendo acto y pensamiento, en una relación orgánica y consciente de lo que le rodea. Por contra, entendemos que una vida carece de sentido cuando se pierde esta continuidad, esta coherencia que a modo de hilo une presente, pasado y futuro.



La felicidad está en la unidad en el tiempo de la vida, es propiedad de seres coherentes, responsables de sus actos y actores dentro de una comunidad donde se integran como individuos reconocidos. La infelicidad es lo contrario, la desposesión del tiempo vital, convirtiendo la vida en una sucesión de actos separados, incapaces de generar personalidad y de integrar al individuo dentro de una comunidad humana.

Esta separación de la vida humana de su capacidad para generar sentido puede darse por diferentes causas:

a) DEFICIENTE EDUCACIÓN EMOCIONAL
Una educación emocional insuficiente conlleva la toma de malas decisiones. Se acumulan entonces acciones inconexas, que no producen sentido, generando confusión en el individuo e imposibilitando la capacidad de construir una vida plena.

b) LA DESPOSESIÓN DEL TIEMPO DE VIDA
Al desposeer el sistema económico a los individuos de una parte importante de su tiempo de vida, sacrificando parte del tiempo vital en la obtención de un salario con el que satisfacer necesidades básicas (alimento, medicinas, ropa, vivienda...), se cortocircuita la posibilidad de construir situaciones relacionales plenas, con otros seres y consigo mismo.

c) FALTA DE PERSPECTIVAS
El desarrollo de un orden social dirigido por clases poseedoras y mantenido por clases desposeídas suprime la igualdad de oportunidades. Los recursos disponibles pasan al control de minorías, lo cual tiene importantes consecuencias para la mayoría de individuos. Mermados los recursos disponibles, por la privatización del territorio y de los medios de producción, se genera en el individuo la idea de que sus actos son inútiles, y de que su trabajo está imposibilitado para trasformar el estado de cosas en que se encuentra. Es cierto, que la dominación de los deseos a través de la difusión de imágenes mediáticas distorsiona esta percepción, pero en su interior todo individuo siente (en mayor o menor medida) el vacío que produce la pérdida de sentido de la realidad.

*Los tres factores que merman la capacidad humana para crear sentido están interconectados, y se alimentan mutuamente.

Raoul Vaneigem, La vida pasa


II. LA PRECARIEDAD Y EL DISCURSO DEMOCRÁTICO
  
La precariedad de la vida cotidiana es la imposibilidad para crear sentido. En el tiempo actual, la sobrevaloración de "la libertad de expresión" frente a otras libertades (libertad económica o libertad de movimiento, por ejemplo) ha favorecido la expansión de la precariedad de la vida. Y es que la libertad de expresión, sobredimensionada, ha trasladado el foco desde la vida cotidiana a su representación.

La precariedad de la vida cotidiana es la imposibilidad para crear sentido

Las consecuencias son en parte catastróficas. Esta preeminencia de lo representado (el discurso) sobre lo tangible (la vida cotidiana), explica en parte porque la vida virtual de los usuarios en las redes sociales en muchos casos es más rica que su vida real. Y es que se prefiere la representación a lo real, la consecuencia para los individuos, claro está, es la pérdida de sentido, la depresión y la ansiedad.

En un sentido amplio podemos entender que precariedad significa:

a) EXPOLIO DE LA MEMORIA
En el mundo de la precariedad el pasado se petrifica, pasa de ser algo evocativo a ser una mera imagen, sin destacar entre una sucesión aparentemente infinita de otras imágenes. El pasado pierde su capacidad de evocar, y aparece falsificado como instrumento de la personalidad virtual, perdiendo la capacidad de aportar experiencias a la creación de sentido vital. El hecho se agrava con la reducción de tiempo libre no condicionado, lo que impide el desarrollo de la capacidad de recordar, tan necesaria para aprender de experiencias pasadas. Además, la precarización de la vida, la falta de estímulos, la reclusión en ambientes monótonos, los trabajos repetitivos, etc. hacen que una gran cantidad de momento sean aparentemente iguales, por lo cual, la perspectiva de un pasado evocador desaparece.

b) CIERRE DEL PRESENTE
La precariedad significa falta de estabilidad. El individuo se ve envuelto en la fantasmagoría de sentir miedo de perder un empleo si lo tiene y sentir miedo de no encontrar empleo si no lo tiene. Así, su energía creadora se consume en el reino de la necesidad, su vida se convierte en número, es apropiada por el sistema, y se convierte en mera estadística, cantidad de tiempo que gestionar y del que obtener beneficio. El individuo precario sucumbe a la necesidad amenazado por no caer en la miseria, y bombardeado con imágenes de excluidos, masacrados, etc. se adapta disciplinadamente a su condición de precario. Así renuncia la realización de su presente, y a cambio de esa renuncia a una vida propia, obtiene recursos suficientes para sobrevivir.

c) ANIQUILACIÓN DEL FUTURO
Uno de los estados anímicos propios de la precariedad es la ansiedad. La ansiedad es consecuencia de la pérdida de control sobre la propia vida. El individuo desposeído de su tiempo de vida, a través del tiempo de trabajo y a través del tiempo dedicado al ocio prefabricado, se ve sin medios ni capacidad para construirse una vida rica. Por ello, el futuro no es lugar para la utopía, si no un mundo de sombras donde el individuo es consumido. Obviamente, para quienes se entregan al discurso mediático el futuro será cualquier sueño estandarizado y distribuido como sucedáneo de vida propia.

De este modo observamos como, la precarización de la vida es un proceso cuyo resultado es la desposesión del tiempo de vida y por tanto de la capacidad del individuo para generar sentido. La precariedad separa los momentos vitales en burbujas aisladas incoherentes e incompatibles con la construcción de una personalidad fuerte y calmada, generando que el individuo se consuma sin realizarse.

En este proceso el discurso democrático juega un papel fundamental, porque desplaza el foco desde el sentido a la libertad. Durante el proceso de precarización el individuo es objetivamente libre, puede elegir. Puede decidir si acepta o no un determinado empleo, puede elegir si tener o no sexo con tal o cual persona, etc. Pero, esto es lo relevante, en ningún caso tiene la capacidad de transformar la realidad que "le" vive, elige A, B o C, pero no decide sobre las preguntas. Esta situación es consecuencia de que la democracia, tal y como realmente existe, es un espacio de significados cerrados, e decir, todas las acciones posibles están decididas de antemano, al 'jugador' de 'democracia' sólo le queda la oportunidad de elegir entre diferentes opciones prefabricadas.

El discurso democrático es fundamental para sostener la precarización de la vida

El discurso democrático ofrece derechos al individuo, pero no tiene en cuenta el problema de la desposesión del tiempo. En un discurso únicamente cuantitativo, acumula leyes y derechos, sin embargo no se preocupa de las cuestiones relativas a la felicidad, no comprende la necesidad cualitativa de liberar de normas y liberar de tiempo empleado a los individuos para que estos tengan la posibilidad de generar sentido para sus vidas.

Así, en democracia, las personas que mayor capacidad de movilización tienen, en la mayoría de los casos no son las más precarizadas, si no contrariamente sectores relativamente bien situados, los cuales aún disponen de tiempo propio. Y... inútilmente se pretenderá movilizar a un gran número de precarios, pues estos únicamente son ciudadanos virtualmente, legalmente, en la práctica no tienen tiempo disponible que dedicar a la movilización.

La sociedad del discurso democrático es eminentemente retórica. Al elevar la libertad de expresión a la máxima expresión de la libertad se siente satisfecha sobre un pasado que considera bárbaro. Ignora, que su propio desarrollo ha borrado otras libertades más importantes, como la libertad de circulación, la libertad de disposición del tiempo propio, la libertad de explotación directa de los recursos de nuestro entorno, etc. No deja de ser significativo que ya desde la niñez temprana recluya a los individuos en instituciones escolares, y que al final de la vida recluya a los ancianos en instituciones geriátricas.

Sociedades pasadas, gobernadas por déspotas, gozaban de más felicidad porque aunque disponían de menos libertad virtual contaba con más libertad 'real'. La sencilla razón de este hecho es que el gobierno despótico no intervenía de forma tan profunda en la vida cotidiana como lo hace la sociedad del discurso democrático. Vivimos un mundo completamente normalizado, por muy 'justo' que sea un poder cuanto más omnipresente se haga más infelicidad generará. Un poder despótico con escasa capacidad sobre un territorio, en la práctica, otorga más libertad que cualquier democracia moderna.


Fotograma de 'La Felicidad' de Aleksandr Medvedkin

III. INVERSIÓN DE LA SITUACIÓN

La vida precaria genera individuos autómatas, guiados por el control de sus deseos a través del tiempo de ocio dirigido, e inmersos en el reino de la necesidad al verse obligados a trabajar bajo la forma del trabajo asalariado.

Estos "hombres y mujeres máquinas", privados de un sentido propio para sus vidas, dedican su tiempo a actividades económicas de las que apenas disfrutan los frutos, repiten ideas provenientes de los medios y se ven abocados a relaciones emocionales tóxicas al impedir su estilo de vida el reconocimiento sosegado del 'otro' y de sí mismo. En este estado de cosas, se puede decir que "consumen sus vidas sin haberlas vivido".

La precariedad y el discurso democrático empujan cada vez más a la humanidad a un desfiladero. Es la imposibilidad de crear sentido lo que está consumiendo al mundo natural y a nosotros mismos.

Es así como se consume inútilmente el mundo natural, por seres humanos que no son reponsables de sus actos. Despojados del territorio sólo pueden usarlo al servicio de intereses económicos que les son ajenos, despojados de la plena autonomía de sus cuerpos no pueden ejercer el autocontrol reproductivo que necesitarían, ect. Se puede decir que los seres humanos, en las condiciones actuales, son más 'recursos a explotar' que seres dotados de voluntad propia.

Afirmo que la precariedad genera seres que 'no' son responsables de sus actos, en el sentido de que son obligados por la necesidad, o, a través de la fantasmagoría mediática se les separa de la comprehensión orgánica del medio que habitan. La precariedad elimina gran parte de la capacidad individual y de la capacidad colectiva. Por muy consciente que alguien sea de que su trabajo o su consumo genera consecuencias negativas para el entorno, el precio de esa consciencia, para la mayoría de la población, es la miseria. Esta es la razón por la cual la más de las veces los discursos de concienciación no sirven. No sirven, porque 'tener consciencia' sólo le es útil a quien es dueño del sentido de su existencia, en raras ocasiones es útil para individuos desposeidos, necesitados de un salario y obligados a renunciar a sus capacidades. Esta es la razón por la cual históricamente son raras las revueltas de esclavos, y esta es la razón por la que en una democracia virtual las revueltas no se fraguan, en la realidad somos mucho menos libres de lo que estamos dispuestos a admitir.

la precariedad genera seres que 'no' son responsables de sus actos

Ante este estado de cosas, planteo el abandono del paradigma democrático, y su sustitución por el paradigma del sentido.

Con respecto a la lucha transformadora, dentro del paradigma democrático los individuos se ven en la paradoja de tener que renunciar a aún más tiempo de vida cotidiana para organizarse y luchar contra el sistema de la precariedad, por lo que sus vidas, cuando luchan, se precarizan aún más.

Si bien la necesidad de crear comunidades y organizarse es primordial, esta organización debiera hacerse para engrandecer el tiempo de vida, para el reconocimiento de los otros y para el disfrute del trabajo conjunto. Las formas de lucha burocráticas o violentas consumen inútilmente a los individuos, y alimentan el mundo de la precariedad.

Frente a esto, propongo la creación de comunidades centradas en el disfrute de sí mismas, cuyo fin principal sea la subversión de la precariedad, engendrando medios para engrandecer la vida cotidiana. Generar personas dueñas de sus vidas, con capacidad para desarrollar un sentido para sí mismas, debe ser el objetivo revolucionario, con el fin de sustituir a los autómatas y restaurar la unidad orgánica entre la especie humana y el mundo natural (que habrá de ser reconstruido).

El trabajo futuro será la reconstrucción de un mundo devastado, consecuencia de la era de la precariedad. No obstante, en esta tesitura la especie humana se juega su propia supervivencia, continuar en piloto automático podría suponer su colapso. Es por ello esencial focalizar que el problema es la precariedad, no la ausencia de empleos que a fin de cuentas perpetúan el mundo de la precariedad, no el acceso a viviendas que a fin de cuentas perpetúan las formas alienadas de comunidad, y así un largo etcétera.

Habrá de situarse 'la vida por encima de todas las cosas' si queremos volver a evocar el pasado, abrir el presente y participar en la construcción de un futuro ilusionante.


Carlos G. de Castro










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